Primera vez de mi mujer con un desconocido 3
por
Shiryu
género
exhibicionismo
En la postura en la que estaba le daba la espalda a la puerta de acceso por lo que no podía ver si alguien entraba o no, además de que estaba perdida en sus frecuentes orgasmos, por lo que en ese momento ni lo tomaba en cuenta.
Para la situación poco le importaba ya. Tuvo que apoyar sus manos en la nuca del albañil, para no caerse, aprovechando para acercarlo más a su puchita, como queriendo meterse la cabeza por completo, no duró en esa postura ni 5 minutos cuando se vino copiosamente mojándole la boca y la barbilla, el albañil siguió saboreando sus jugos cuando sintió que mi mujer se soltaba, así que con cuidado tomo su pierna izquierda para que la apoyara en la silla, y luego la derecha, la guio para que ahora bajara las piernas de la silla y las apoyara en el suelo, cuando hizo esto y sin miramiento alguno, acerco su mano derecha a su conchita y le introdujo uno de sus dedos, mi mujer de nuevo sintió como si de fuego se tratara comenzara a subirle hasta su cabeza, de nuevo tenía esas sensaciones que con el orgasmo parecía se habían ido, cuando arqueo su cuerpo de nueva cuenta, el hombre le retiro el dedo y con la otra mano la tomo de la cintura, acercándola, entendiendo mi mujer que era hora de montarse en él, sin embargo cuando estaba a punto de pasar sus piernas sobre las de él, la detuvo, la giró para que le diera le espalda y entonces si la tomo de los hombros empujándola hacia abajo para que se sentara en él, ella estaba tan mojada que la punta de esa verga entro con bastante facilidad, ante lo cual mi mujer nunca dejo de voltear hacia abajo para ver cómo le entraba semejante instrumento, el albañil detuvo en seco a mi mujer para dejarla a esa altura y con casi la mitad de la verga adentro, mi mujer respingo y cuando estaba a punto de voltearse para ver su gañan y reclamarle el resto de la carne, tuvo a bien voltear al frente para darse cuenta de que Amalia, la dependienta del departamento de damas se encontraba en la entrada de los vestidores observando la situación completamente impávida.
Mi mujer ahora si volteo con el albañil y este parecía que solo esperaba eso para esbozar una sonrisa casi malévola y ahora si empujar a mi mujer para que se clavase todo el resto de su verga.
El movimiento fue tremendo, mi mujer grito por la introducción total de aquella herramienta sin recato alguno, el hombre de inmediato poso sus manos por debajo de los muslos de mi mujer para ayudarle con las subidas y bajadas, en ese momento ella se olvidó de Amalia y paso su brazo por el cuello del albañil para apoyarse en él y dar un juego completo de las embestidas, el albañil dijo entonces ven refiriéndose a la dependiente, esta se mostraba indecisa ya no digamos a acercarse, si no a que hacer, te digo que vengas, ordeno de nuevo el albañil, fue hasta ese segundo llamado que Amalia se enfilo hacia ellos, sin embargo mi mujer no por eso dejaba de clavarse ese pedazo de carne. Al estar cerca de la silla aquel hombre le dijo, ábrete la blusa que quiero volver a ver tus tetas, como si el tiempo no hubiera pasado, como si aún estuvieran una día antes aquella mujer volvió a obedecer desabotonando los primeros broches de su blusa para dejar al descubierto un sostén blanco de esos que se abrochan por el frente, te dije que te quiero ver las tetas, quítate el chichero, ella solo lo desabrocho dejando al aire sus senos.
Acércate, ella camino hasta que se topó con las piernas de ambos, entonces el albañil se zafó la mano derecha de debajo del muslo de mi mujer y la estiro alcanzando una mano de ella, jalándola con fuerza tal que ella tropezó cayendo de rodillas al piso en el espacio que había entre las piernas de ellos. Estando ahí el albañil se zafó la otra mano del otro lado y le dijo a mi mujer sigue clavándote solita, entonces deslizo el brazo de mi mujer que reposaba en su cuello, sin soltarlo, tomando el otro brazo con su otra brazo y como si de una extensión de los suyos se tratara, guio lo brazos de mi mujer a los pechos de Amalia y le dijo tócalos, siéntelos, así se quedó por espacio de unos pocos minutos, claro sin dejarle de coger.
Mi mujer dice que en su vida había tocado otros senos que no fueran los suyos, sin embargo que quedo asombrada de la suavidad de la piel de Amalia, tomo cada pecho con cada una de sus manos apretándolos, sobándolos, recorriéndolos, tocando con la punta de sus dedos los pezones para esta altura ya erectos de Amalia, volteo la cara con ella y vio que Amalia ya tenía los ojos entre cerrados, haciendo leves gemidos, cuando se oyó que el albañil decía, abre los ojos, ya que esta puta te está dando algo de placer, tú también dáselo, sóbale ahí abajo, Amalia de inmediato e instintivamente dirigió sus dedos al clítoris de mi mujer en medio de ambos cuerpos, comenzado a acariciarlo, mi mujer de lo excitada que estaba, de inmediato sintió como le venía otro orgasmo, entonces apretó los pezones de Amalia, quien emitió un gemido riquísimo, mi mujer dijo ya, me vengo, que rico, de inmediato la levantó y le sacó la verga, volteándola y sentándola en sus piernas, entonces el albañil le ordeno a Amalia, ahora lámele allá abajo, Amalia fue bajando su cabeza para dirigirla a la entrepierna de mi mujer y se prenso de su clítoris, al momento de sentir la lengua húmeda de la dependiente, mi mujer estallo en un orgasmo delicioso, mojando por completo de sus jugos la silla y hasta la lengua de Amalia.
El albañil de inmediato tomo por su cabellera a la dependiente y la jalo hacia arriba para que se pusiera de pie y le dijo bésala, bésala para que pruebe sus propios jugos, mi mujer de inmediato hizo para atrás la cabeza en gesto de no querer recibir la caricia bucal, pero Amalia le tomo la cabeza con ambas manos y dirigió su boca a la de ella. Amalia intentaba en un principio abrir la boca de mi mujer con la lengua pero no se dejaba, entonces el albañil al darse cuenta levanto un poco a mi mujer para poder acomodarle de nuevo la verga en esa postura jalándola hacia abajo para volvérsela a clavar, de un solo sentón o empujón como quieran verlo, lo cual provoco que mi mujer abriera la boca para gritar, momento que aprovecho Amelia para callar el grito con su propia boca. Amelia comenzó un beso apasionado en el cual se vio envuelta mi mujer, y tomando en cuenta que el albañil no dejaba de metérsela, no tuvo las fuerzas para resistirse y correspondió a la intensidad del beso.
Todos estaban gozando de la situación, sin embargo afuera del probador se escuchó que mencionaban a Amelia, ella de inmediato regresó a la realidad y como pudo se arregló la ropa diciendo, me los voy a llevar para que salgan. Mi mujer reaccionó hasta que vio salir a Amalia, se separó del albañil con todo su pesar y buscó su ropa, al igual que el albañil, entonces mientras se vestían, el albañil tomó los trajes de baño y los metió a la bolsa de mi mujer diciéndole te los mereces, has sido buena puta, no vas a olvidar mi verga dentro de ti, espero que mañana vengas a la misma hora. Mi mujer aseguró que no regresó y nunca más tuvo contacto con él o con Amalia. Tiempo después cerraron la tienda.
Para la situación poco le importaba ya. Tuvo que apoyar sus manos en la nuca del albañil, para no caerse, aprovechando para acercarlo más a su puchita, como queriendo meterse la cabeza por completo, no duró en esa postura ni 5 minutos cuando se vino copiosamente mojándole la boca y la barbilla, el albañil siguió saboreando sus jugos cuando sintió que mi mujer se soltaba, así que con cuidado tomo su pierna izquierda para que la apoyara en la silla, y luego la derecha, la guio para que ahora bajara las piernas de la silla y las apoyara en el suelo, cuando hizo esto y sin miramiento alguno, acerco su mano derecha a su conchita y le introdujo uno de sus dedos, mi mujer de nuevo sintió como si de fuego se tratara comenzara a subirle hasta su cabeza, de nuevo tenía esas sensaciones que con el orgasmo parecía se habían ido, cuando arqueo su cuerpo de nueva cuenta, el hombre le retiro el dedo y con la otra mano la tomo de la cintura, acercándola, entendiendo mi mujer que era hora de montarse en él, sin embargo cuando estaba a punto de pasar sus piernas sobre las de él, la detuvo, la giró para que le diera le espalda y entonces si la tomo de los hombros empujándola hacia abajo para que se sentara en él, ella estaba tan mojada que la punta de esa verga entro con bastante facilidad, ante lo cual mi mujer nunca dejo de voltear hacia abajo para ver cómo le entraba semejante instrumento, el albañil detuvo en seco a mi mujer para dejarla a esa altura y con casi la mitad de la verga adentro, mi mujer respingo y cuando estaba a punto de voltearse para ver su gañan y reclamarle el resto de la carne, tuvo a bien voltear al frente para darse cuenta de que Amalia, la dependienta del departamento de damas se encontraba en la entrada de los vestidores observando la situación completamente impávida.
Mi mujer ahora si volteo con el albañil y este parecía que solo esperaba eso para esbozar una sonrisa casi malévola y ahora si empujar a mi mujer para que se clavase todo el resto de su verga.
El movimiento fue tremendo, mi mujer grito por la introducción total de aquella herramienta sin recato alguno, el hombre de inmediato poso sus manos por debajo de los muslos de mi mujer para ayudarle con las subidas y bajadas, en ese momento ella se olvidó de Amalia y paso su brazo por el cuello del albañil para apoyarse en él y dar un juego completo de las embestidas, el albañil dijo entonces ven refiriéndose a la dependiente, esta se mostraba indecisa ya no digamos a acercarse, si no a que hacer, te digo que vengas, ordeno de nuevo el albañil, fue hasta ese segundo llamado que Amalia se enfilo hacia ellos, sin embargo mi mujer no por eso dejaba de clavarse ese pedazo de carne. Al estar cerca de la silla aquel hombre le dijo, ábrete la blusa que quiero volver a ver tus tetas, como si el tiempo no hubiera pasado, como si aún estuvieran una día antes aquella mujer volvió a obedecer desabotonando los primeros broches de su blusa para dejar al descubierto un sostén blanco de esos que se abrochan por el frente, te dije que te quiero ver las tetas, quítate el chichero, ella solo lo desabrocho dejando al aire sus senos.
Acércate, ella camino hasta que se topó con las piernas de ambos, entonces el albañil se zafó la mano derecha de debajo del muslo de mi mujer y la estiro alcanzando una mano de ella, jalándola con fuerza tal que ella tropezó cayendo de rodillas al piso en el espacio que había entre las piernas de ellos. Estando ahí el albañil se zafó la otra mano del otro lado y le dijo a mi mujer sigue clavándote solita, entonces deslizo el brazo de mi mujer que reposaba en su cuello, sin soltarlo, tomando el otro brazo con su otra brazo y como si de una extensión de los suyos se tratara, guio lo brazos de mi mujer a los pechos de Amalia y le dijo tócalos, siéntelos, así se quedó por espacio de unos pocos minutos, claro sin dejarle de coger.
Mi mujer dice que en su vida había tocado otros senos que no fueran los suyos, sin embargo que quedo asombrada de la suavidad de la piel de Amalia, tomo cada pecho con cada una de sus manos apretándolos, sobándolos, recorriéndolos, tocando con la punta de sus dedos los pezones para esta altura ya erectos de Amalia, volteo la cara con ella y vio que Amalia ya tenía los ojos entre cerrados, haciendo leves gemidos, cuando se oyó que el albañil decía, abre los ojos, ya que esta puta te está dando algo de placer, tú también dáselo, sóbale ahí abajo, Amalia de inmediato e instintivamente dirigió sus dedos al clítoris de mi mujer en medio de ambos cuerpos, comenzado a acariciarlo, mi mujer de lo excitada que estaba, de inmediato sintió como le venía otro orgasmo, entonces apretó los pezones de Amalia, quien emitió un gemido riquísimo, mi mujer dijo ya, me vengo, que rico, de inmediato la levantó y le sacó la verga, volteándola y sentándola en sus piernas, entonces el albañil le ordeno a Amalia, ahora lámele allá abajo, Amalia fue bajando su cabeza para dirigirla a la entrepierna de mi mujer y se prenso de su clítoris, al momento de sentir la lengua húmeda de la dependiente, mi mujer estallo en un orgasmo delicioso, mojando por completo de sus jugos la silla y hasta la lengua de Amalia.
El albañil de inmediato tomo por su cabellera a la dependiente y la jalo hacia arriba para que se pusiera de pie y le dijo bésala, bésala para que pruebe sus propios jugos, mi mujer de inmediato hizo para atrás la cabeza en gesto de no querer recibir la caricia bucal, pero Amalia le tomo la cabeza con ambas manos y dirigió su boca a la de ella. Amalia intentaba en un principio abrir la boca de mi mujer con la lengua pero no se dejaba, entonces el albañil al darse cuenta levanto un poco a mi mujer para poder acomodarle de nuevo la verga en esa postura jalándola hacia abajo para volvérsela a clavar, de un solo sentón o empujón como quieran verlo, lo cual provoco que mi mujer abriera la boca para gritar, momento que aprovecho Amelia para callar el grito con su propia boca. Amelia comenzó un beso apasionado en el cual se vio envuelta mi mujer, y tomando en cuenta que el albañil no dejaba de metérsela, no tuvo las fuerzas para resistirse y correspondió a la intensidad del beso.
Todos estaban gozando de la situación, sin embargo afuera del probador se escuchó que mencionaban a Amelia, ella de inmediato regresó a la realidad y como pudo se arregló la ropa diciendo, me los voy a llevar para que salgan. Mi mujer reaccionó hasta que vio salir a Amalia, se separó del albañil con todo su pesar y buscó su ropa, al igual que el albañil, entonces mientras se vestían, el albañil tomó los trajes de baño y los metió a la bolsa de mi mujer diciéndole te los mereces, has sido buena puta, no vas a olvidar mi verga dentro de ti, espero que mañana vengas a la misma hora. Mi mujer aseguró que no regresó y nunca más tuvo contacto con él o con Amalia. Tiempo después cerraron la tienda.
0
votos
votos
evaluación
0
0
Continuar leyendo cuentos del mismo autor
historia previa
Primera vez de mi mujer con un desconocido 2
Comentarios de los lectores sobre la historia erótica